El título fue una especie de premonición, tanto para el relato como la para la canción (juro que la rima es casual) y hasta el último día de plazo para enviar los archivos a El Comercio se resistieron y rebelaron en contra del autor. Como escritor primerizo el tono y el ritmo de la narración supuso un combate entre el deseo de crear algo diferente y la realidad de la falta de recursos propios y espacio físico para hablar de dos obsesiones fruto del miedo, pánico quizá, arraigado profundamente en la psique de Mauro Aladro: la indigencia y la autoridad.
El miedo a la indigencia emocional o material como signo del fracaso absoluto de una vida que aparentemente cuenta con una buena mano en la partida de la supervivencia. El odio profundo a la autoridad o a los desmanes de esta cuando es utilizada de forma insensible, lejos de la compasión, la solidaridad o el respeto.
No está bien visto el fracaso. Los márgenes que nuestra sociedad le deja a al éxito son inversamente proporcionales a los que le permite a su antónimo, sin embargo, en la vida es mayor el número de casos en los que se fracasa.
Una diferencia fundamental: No es lo mismo fracasar con dinero que sin él. Yo aún diría más, fracasar con dinero no se considera fracaso. Por poner un ejemplo, en la política el fracaso es continuo y manifiesto, en el amor también ¿por qué entonces se arrincona cruelmente tanto desmoronamiento? Todos, unos más y otros menos, sabemos cuál es nuestro grado de equilibrio entre lo que consideramos éxito o fracaso aunque probablemente seamos menos conscientes de las consecuencias y el grado de frustración.
Dicen que saber tolerar bien la frustración es necesario, que el que más preparado esté para ello mejor vivirá y menos problemas se causará a si mismo y a la sociedad. Digamos que de acuerdo. ¿Pero quién, cómo y cuándo nos preparan para asumirla? Desde niño te llenan la cabeza de sueños, cuando no de deseo, cualquier cosa que impida el camino hacia la consecución del objetivo ha de ser eliminada, el fin justifica los medios, el mundo prepara solo a los más fuertes o pertenece a los más fuertes; ocupar nuestro espacio entre esta selección natural no es fácil; parece una manifestación más de la lucha entre la naturaleza y la razón, la libertad y la justicia, el ser o no ser.
Cuando podemos reconocer lo que la suerte significa en la lotería de la vida, que no es otra cosa que determinismo puro y duro, uno empieza a pensar en que vivimos gracias a los destellos (micro iluminaciones) que las sucesivas generaciones de seres humanos van dejando en la tierra y a pensar en frases como la que da título a la canción de este capítulo 5 de la pasión, única e intransferible y sin embargo bastante común de Mauro Aladro. Recen lo que sepan. Yo lo hago en las canciones, no me pregunten más.