Love-in-its-anatomical-connections¿Cómo hablar del dolor? Otra vez, la enésima vez, sin caer en lo obvio, sin utilizar las palabras que definen el sentimiento que todas las personas tienen al menos una vez en la vida, el desengaño amoroso. No tiene buena prensa, la gente se ríe cuando no les ocurre a ellos o cuando alguien parece incapaz de resolverlo. Ahora sabemos más pero no por ello sentimos menos. Hace poco caminaba por el barrio de Cimavilla en Xixón, a la hora en la que se juntan las copas con la música y los garitos con las drogas ilegales, absorto en la letra y la forma de terminar esta canción. La mutilación me sonó exagerada, en un primer momento, asociada al agente o la causa: el amor; creando una contradicción conceptual, un extraño oxímoron, una paradoja o como se quiera; es tal el valor y la grandeza que atribuimos a este sentimiento sin el que no podemos vivir y no es una tontería, que la combinación (amor/mutilación) se me resistía como solución literaria para una canción. Ahora, quizá, no estén «bien vistas» las canciones que hablan del desamor o mejor dicho: las palabras clásicas que definen ese estado rechinan en nuestras mentes «modérnicas» y es posible que tengamos cierta incapacidad para utilizar otras nuevas con las que definir lo de siempre, el abandono, el vacío, el cuelgue, el pánico, la soledad extrema o la rabia y todo eso que provoca la separación de una persona; un largo etcétera, sensaciones experimentadas en la mente que exigen un alto rendimiento a la razón. De sexo ni hablamos.

Convencido ya de que estaba fuera de lugar en el barrio y en la movida nocturna, detrás de mí, en la calle Vicaría, cuatro o cinco chicas con tacones para comérselo todo y como complemento bolsas de supermercado medio vacías, discutían a gritos sobre algún hecho reciente que las hizo cambiar de escenario caminando de prisa sobre los adoquines. El tema eran los tíos, los chicos. Es fácil deducir la conversación en la que cada una tenía un punto de vista diferente sobre «ellos». Cerca del Bola 8 ya me habían adelantado y tampoco se ponían de acuerdo para entrar. La división en el grupo se definió cuando la que aparentaba más años dijo antes de la deserción: «No tías, es que los tíos cuando se enamoran se vuelven gilipollas.» – Les pasará a ellas también ¿será como una lobotomía? – sugerí en silencio, resolviendo el problema literario de la canción, aceptando sin reservas el maridaje entre la mutilación y el amor.

Simplemente es una anécdota, la realidad es la dificultad para retomar el amor, la mutilación de una parte importante de esa expresión natural compensada, quizá, por la empatía, pero me ayudó a quitarle hierro al asunto y pensar que sólo era una canción, que el dolor seguiría su curso, que la vida opera por encima de nosotros, o al menos por encima de mí, y que cada uno la vive como puede según la forma de tramitar sus sentimientos, equivocada o no, pero que de alguna forma también estamos inmersos, o al menos yo lo estoy, en un constante proceso de cambio por el aprendizaje, la experiencia o las hostias. Solo necesitaba terminar otra canción, no me pregunten más.