«Puede que le haya cambiado la cara a la música pop, pero eso no equivale a haberle cambiado el metabolismo. Todo lo que hice fue abrir puertas -declaró Dylan hace algún tiempo-. Como sea, yo no soy lo importante, sino las canciones. Yo sólo soy el cartero que las reparte. Toda la leyenda gira en torno de esas canciones que empecé a escribir antes de haber aprendido a caminar». Bob Dylan 1987. Charla con Sam Shepard.

Hay que recordar que el folk en EE. UU. en los 60′ era un vehículo para expresar la crítica y el descontento con la sociedad establecida y muy especialmente con la guerra de Vietnam. Prueba de ello eran las reivindicativas letras de sus dos máximos exponentes en ese momento: Joan Baez y el propio Bob Dylan. El público folk estaba formado fundamentalmente por activistas de izquierda y universitarios progresistas, que consideraban al rock y el pop como géneros superficiales y poco comprometidos.

Paralelamente, ya en la segunda mitad de la década de 1960, en Gran Bretaña, algunos grupos de formación pop, asumieron la tradición de la música medieval inglesa, como es el caso de Pentangle o Fairport Convention, cuyo bajista Ashley Hutchings fundó otro icono del folk-pop inglés, Steeleye Span. Junto a ellos, otros músicos investigaron en la tradición celta, estableciendo su propia vía de desarrollo, diferenciada de la anterior.

Suze Rotolo, que era por entonces la novia de Dylan (y que es la chica que aparece caminando del brazo en la portada de The Freewheelin´(1963) fue según parece la gran responsable de su interés por la política y, más aún, por los movimientos de derechos civiles. En 1962, mientras Rotolo militaba en el Congress of Racial Equality (CORE), Dylan compuso algunas de sus canciones de protesta más famosas. En enero escribió Emmet Till, inspirada en el caso de un joven negro ejecutado en 1955 por haber silbado a una mujer blanca, el mismo episodio que arrastró al activismo a Cassius Clay. En febrero escribió The Ballad of Donald White, alegato contra la pena de muerte. Enseguida, en plena crisis de los misiles cubanos, llegó A Hard Rain´s A-Gonna Fall.

Cuando por fin se publicó formalmente el directo de Bob Dylan en el Free Trade Hall de Manchester, de 1966, dos hombres pugnaron por llevarse el mérito de aquel “¡Judas!” antes del eléctrico “Like a rolling stone”. Y lo hicieron hasta el día de su muerte. Esto significó la deserción de cientos de fans acusando al cantautor de alta traición a los valores de la música folk.

Mayo 2011

Dos hombres y un grito: ¡Judas!
por Jorge Salas

Normalmente, perder los nervios es una de esas situaciones de las que uno nunca está especialmente orgulloso. Desde luego, no es algo que recordar en tu lecho de muerte. “¿Recuerdas, hace treinta años, cuando le grité abrazafarolas a aquel tipo que nos dio por detrás en el coche?”. No, no creo que se acuerde. Sin embargo, cuando por fin se publicó formalmente el directo de Bob Dylan en el Free Trade Hall de Manchester, dos hombres pugnaron por llevarse el mérito de aquel “¡Judas!” antes de “Like a rolling stone”. Y lo hicieron hasta el día de su muerte.

El primero al que se le atribuyó aquel grito fue un canadiense llamado Keith Butler. De hecho, fue él mismo el que se lo atribuyó en una serie de entrevistas para un especial de la BBC con motivo del lanzamiento del disco a finales de los 90. Butler, que en 1966 estudiaba en Manchester, se lo confesó espontáneamente al presentador Andy Kershaw en una reunión de personas que estuvieron en el Free Trade Hall. “Hola, soy el tipo que gritó “¡Judas!” aquella noche en Manchester”. Tras salir de casa para tomar el aire una noche por culpa de un ataque de asma, Butler acabó en un café donde leyó un artículo sobre la publicación del disco y un documental, “Eat The Document”, de DA Pennebaker en el que se reconocía.

La versión de Butler parecía creíble. En el documental de Pennebaker aparecía furioso al final del concierto. “¡Cualquier maldito grupo de pop podría hacer esta basura! Ha sido una vergüenza. Es un traidor”, decía visiblemente alterado en el vídeo. Tres décadas después, era extraño, pero parecía bastante alejado de lo que se podía pensar de un fanático que se sintió traicionado porque Dylan abrazara la electricidad. “Si te digo la verdad, no recuerdo qué canción está en cada LP”, le decía Butler a Kershaw, que le preguntaba por qué lo hizo: “estaba muy decepcionado con lo que estaba escuchando. Pero cuando realmente me molestó fue cuando tocó aquellas canciones tan bonitas… Creo que fueron dos”. “¿She belongs to me?”, pregunta Kershaw. “No. “Baby, let me follow you down”. Y la otra era “One too many mornings”. Yo era sensible (…) Creo que “One too many mornings” fue la que más me molestó”.

Sin embargo, y a pesar de que todo parecía estar muy bien hilado en esta versión, al poco tiempo alguien se puso en contacto con el propio Andy Kershaw tras la salida a la luz del documental. Era John Cordwell, vecino de Cumbria, el que ahora se atribuía el “mérito” de haber provocado la versión más rabiosa de “Like a rolling stone”. Cordwell le contó a Kershaw que, en aquel momento, su enfado no era tanto porque Dylan se hubiera pasado al rock, sino porque lo hubiera hecho con un equipo tan malo. “No sonaba como suena el disco”, decía, “además, parecía displicente, un desperdicio comparado con la intensidad de la primera parte”. Sin embargo, el propio Cordwell se excusaba diciendo que “probablemente” había sido incitado por la gente que estaba a su alrededor, que le confesaba que les gustaría haber sido ellos los que llamaran Judas a Dylan.

Cordwell, al igual que Butler, recibió con sorpresa su supuesta aparición en tamaño documento sonoro. Tal y como había circulado desde un principio, la grabación se adjudicaba a un concierto en el Royal Albert Hall de Londres. “Coincidió con la revelación de que alguien afirmaba que era él el que gritaba (Butler), y eso me intrigaba porque no podía entender por qué alguien querría hacerlo. Supongo que lo racionalicé (…) quizá dos personas gritaron “Judas”, pero estoy absolutamente convencido de que soy yo a quien recogen los micros”, asegura Cordwell.

Esa es la historia de los dos hombres que, más de tres décadas después, pugnaron por su derecho de ser la voz que logró irritar al Dylan más ácido de la historia. John Cordwell murió el 11 de julio de 2001 por culpa de un shock alérgico, y Keith Butler lo hizo poco más de un año después tras estar tres semanas ingresado en un hospital; ambos se fueron y nos dejaron sus dos versiones de los hechos para que nosotros juzgáramos. Posiblemente, sólo uno de ellos fue el responsable de engrandecer el mito de aquel directo del 17 de mayo de 1966.