El planeta se queda pequeño, al menos, las zonas habitables de mayor dignidad, mientras los ciclos migratorios siguen cambiando la vida sobre la tierra.
La monitorización del globo es completa y la idea de libertad de la isla del tesoro sigue su desarrollo con la vista en el espacio, más allá de nuestra galaxia, como no puede ser de otra forma.
Millones de pupilas nos vigilan, seleccionan datos y opiniones, catalogan diferentes formas de ser y expresarse convirtiendo la realidad en un inmenso y rentable basurero de ‘big data’.
Instalados en nuestro pequeño pentágono doméstico, lo sabemos, analizando diariamente un tsunami de datos imposible, jugando a ser espías, en la mayoría de los casos, llegando a ser grandes profesionales en otros.
